La almendra experimenta un impulso sin precedentes en la Región. Su cultivo, hoy en plena cosecha, se ha extendido en pocos años hasta casi 80.000 hectáreas (más que todas las fincas murcianas de hortalizas y el doble de los cítricos). Pero, sobre todo, la Comunidad destaca ahora por su alto nivel en investigación en torno a un producto que está experimentando una demanda «brutal». Tanta, que no es previsible que la creciente oferta la pueda atender en la próxima década. Así lo estima el director del Grupo de Mejora de Frutales del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas-CSIC), Federico Dicenta, artífice de las nuevas variedades de almendro desarrolladas en Murcia que están en parte detrás de la inusitada proliferación del cultivo. El secretario general de la Agrupación de Exportadores de Almendra y Avellana de España (Almendrave), Pascual López Cremades, ya auguraba en 2017 que en «pocos años» la producción española se iba a más que doblar, y pasar de 70.000 toneladas de almendra en grano (sin cáscara), de las que en torno a un 10% son murcianas, hasta las 150.000. Este producto, resume Dicenta, distinguido este año con una medalla de reconocimiento de Almendrave, se ha convertido «en un negocio muy rentable gracias a ese desequilibrio entre oferta y demanda», que continuará previsiblemente durante décadas, y también por mor a la introducción de «mejores variedades».
Con tan buenas expectativas, añade el investigador, «las superficies de almendro están aumentando muchísimo en toda la cuenca mediterránea», y con ellas crece la comercialización del material vegetal que dota de nuevos árboles esos espacios. En este punto de la cadena se encuentran las nuevas variedades murcianas, particularmente las de floración extratardía Penta y Makako, que ya están permitiendo la expansión del cultivo a zonas frías de España, y el resto del mundo, que resultaban impensables hace apenas unos años.
LOS DATOS:
80.000 hectáreas de almendros se cultivan en Murcia, el doble que los cítricos y mucho más que todas las hortalizas 40% de los almendros plantados en España en 2018 ya se corresponden con una variedad creada en Murcia.
Cinco de esas variedades desarrolladas aquí son las primeras que han sido reconocidas este verano con la más alta certificación que existe tanto en España como en Europa para garantizar tanto su autenticidad como su seguridad sanitaria, asegura Jesús López Alcolea, responsable de variedades del Cebas-CSIC. Este éxito repercute en un importante retorno económico en derechos de explotación que a su vez garantiza futuras investigaciones.
El sector no cree que sea posible cubrir las necesidades de producto previstas por el mercado para la próxima década
«Ahora el productor tiene una garantía total de seguridad y calidad de estas plantas, como las que ya tienen en Australia y Estados Unidos, por ejemplo, donde son muy estrictos», explica López Alcolea. Estos desarrollos murcianos, que ahora ven las puertas del mercado internacional más abiertas, están dotados de una particularidad muy valiosa: son las variedades más tardías que existen. Algunas llegan a florecer bien entrado abril, más de un mes después de la fecha tradicional, lo que les permite sortear las heladas del invierno. De este modo el cultivo puede salir de las zonas costeras, donde la calidez permitía la producción, para adentrarse en zonas más frías, incluso de Castilla y León.
La fuerza de las nuevas variedades también alcanza el ámbito internacional. «Es algo espectacular», resume López Alcolea. De momento ya hay una veintena de acuerdos para vender el material murciano a países como Chile. Estados Unidos, Turquía, Francia, Grecia, Marruecos, Túnez y Australia. Con la nueva certificación se espera que esos pedidos aumenten exponencialmente. La ventaja de contar con plantas con su salubridad garantizada es especialmente importante en un momento en el que enfermedades como la Sylella Fastidiosa está esquilmando grandes producciones en distintos puntos. De ahí que Italia, donde esta bacteria ha sido especialmente dañina, sea uno de los primeros países interesados por las almendras murcianas recién certificadas, relata López Alcolea.
Dicenta, del Cebas: «La mayor demanda es la del norte de España, que es donde más almendros se van a plantar»
Las cinco almendras murcianas recién avaladas son Antoñeta, Marta, Penta, Makako y Tardona. La Penta y la Makako son las más demandadas, explica López Alcolea. De hecho, «la Penta es la que más se ha multiplicado en España en 2018».
Viveros agotados.
De los en torno a cuatro millones de árboles que se plantaron en el último año en todo el país, según calcula, en torno al 40% pertenece a esta variedad certificada en Murcia que llegó a agotarse en los viveros tanto en 2017 como en 2018, antes incluso de haber logrado, el pasado junio, la certificación que a partir de ahora se espera que dispare aún más su éxito.
Estas almendras murcianas añaden otras características que le aportan todavía más valor. Son autocompatibles (no precisan de elementos externos para su polinización), su producción es muy alta, su maduración es precoz y mantienen la calidad propia de las variedades españolas. Se trata de una calidad superior a las mucho más comercializadas almendras americanas, de acuerdo con Dicenta. Todo lo anterior coloca al producto murciano liderando la salida hacia un crecimiento del sector que no parece tener fin.
La intensa promoción emprendida hace unos años desde California, donde se genera el 80% de la producción mundial, ha disparado su demanda, particularmente tras su introducción en países como China, la India, Rusia y Corea del Sur. El mayor conocimiento sobre sus cualidades nutritivas y saludables, promovido por las campañas norteamericanas, es clave. «Han invertido mucho dinero en hacer ver que comer almendra es buenísimo y la demanda es tan alta que no se va a cubrir ni en los próximos diez años», explica Dicenta.
En Murcia ya se comenzó a investigar cómo mejorar este producto en los años 1970, cuando aún era un cultivo marginal, según recuerda Pedro García, experto en almendra de la organización agraria COAG. Con el tiempo comenzaron las investigaciones sobre nuevas variedades. Más recientemente, el extraordinario «boom de la almendra», como lo califica el investigador del Cebas, ha venido acompañado por una proliferación igualmente importante de nuevos viveros para alimentar la creciente demanda de nuevas plantaciones, incluidos negocios piratas que ofertan plantones sin ningún tipo de garantía, ni sanitaria ni de calidad. La Consejería de Agricultura y el Seprona se han puesto manos a la obra para acabar con estas prácticas, reconoce Dicenta, pero son muy difíciles de combatir.
«La solución ante este desmadre vegetal es la planta certificada, como se hizo en su momento con el cítrico» para lograr un marchamo que, aclara el director del Grupo de Mejora de Frutales, «no solo es garantía de origen genético, sino también sanitario». Hay que tener en cuenta que el riesgo es ahora mayor por el incremento de patógenos asociado a la propia extensión del producto a nuevos territorios. De la misma forma, ese éxito está detrás de la lucha emprendida en el sector contra la almendra amarga, cuya presencia ha aumentado con la reexplotación de árboles abandonados. La cooperativa totanera Coato forma parte, junto a otras firmas andaluzas y el propio Cebas CSIC, entre otros, de un proyecto bautizado con el expresivo nombre de Grupo Operativo para la Erradicación de la Almendra Amarga. La iniciativa incluye el desarrollo de una máquina capaz de detectar la longitud de onda distinta que emiten las almendras malas y apartarlas automáticamente de las cintas transportadoras por las que pasan tras ser peladas.
En este contexto de lucha contra los contratiempos aparejados al boom del producto, se iniciaron hace dos años en una finca de Santomera los trabajos de certificación de las variedades murcianas, con la ayuda del Servicio de Sanidad Vegetal de la Consejería de Agricultura. Este mismo departamento es el que se encargó el pasado 31 de julio de validar los dos primeros lotes certificados que se han comercializado (este verano se va a servir al menos una decena). Uno ha ido a parar a un vivero murciano y otro a uno manchego.
Ese material, que viaja precintado, se abre en destino ante la autoridad de sanidad vegetal de la comunidad autónoma correspondiente, que además comprueba que la planta acaba injertada donde le corresponde.
Una vez elaborados los setos con las nuevas plantas, en un proceso vigilado permanentemente por las autoridades, los viveros pueden comenzar su comercialización a los productores. Todas van dotadas de «su correspondiente etiqueta azul, donde figura un código QR, que permite consultar su trazabilidad al completo» gracias al desarrollo de una herramienta informática específica.
A los contratos nacionales, que en total ya superan con mucho el centenar, se suma otra veintena de solicitudes internacionales en las que el Cebas ya trabaja. «El objetivo final es que la certificación de estas variedades estén en todo el mundo», afirma Dicenta. Los envíos a otros países se realizan con la colaboración de la Vicepresidencia Adjunta de Transferencia del Conocimiento (VATC), que es la entidad dependiente del CSIC que se encarga de firmar estos contratos. «Tener la garantía de planta certificada facilita mucho el trabajo para la exportación: evita cien mil papeles y facilita el negocio a los viveros», explica. De ahí que ahora se «va a crecer mucho más», augura.
La contraprestación para los artífices de las nuevas variedades certificadas es una importante inyección económica con la que podrán seguir investigando. Por cada planta que el vivero vende al productor se cobran 50 céntimos en derechos de explotación. Solo en la venta de plantas de la variedad Penta, el retorno en esos derechos ronda un potencial (las comercializaciones piratas siguen siendo elevadas) de 800.000 euros en 2018, atendiendo a los cálculos de comercialización estimados por el responsable de variedades del Cebas-CSIC, López Alcolea. Una parte de ese dinero retorna directamente al grupo para permitirle mejorar sus investigaciones, principalmente contratando a más personal, «que es de lo que anda corta la investigación». De ese modo se abre la puerta a nuevos desarrollos de los que podrá extraerse un nuevo beneficio.
Gracias a ese dinero, «hemos podido contratar a Jesús López Alcolea, que probablemente es el mejor agente de transferencia del mundo», apunta Dicenta orgulloso. También ha permitido, por ejemplo, que Manuel Rubio, investigador del grupo especialista en enfermedades, haya pasado un año en una universidad de California ampliando conocimientos.
Algo ha cambiado en la agricultura regional, donde la respuesta ante una oportunidad de mercado no se limita a aumentar la correspondiente producción. Ahora además se intenta otro aprovechamiento emprendiendo nuevas investigaciones que, como las de la almendra, pueden acabar exportándose a todo el mundo.